Beneficios de una Vida Sexual Activa

Los múltiples beneficios físicos y psicológicos de practicar sexo con frecuencia

couples

Etienne Boulanger - Unsplash

Compartir

Icono compartir
  • Practicar sexo mejora el estado de ánimo.
  • El sexo amortigua el estrés.
  • Potencia el sistema inmune.
  • Reduce la tensión arterial y el dolor.
  • Fortalece la relación y la conexión emocional.
El sexo es una experiencia placentera, tanto si se vive a solas como si se comparte con otra persona, en especial si esta nos atrae profundamente o si nos mantiene unidos un vínculo significativo. También se puede convertir en una extraordinaria forma de comunicación, mediante la que transmitir sentimientos complejos y afianzar la relación. Como además se trata de una dimensión fundamental de la vida, se ha escrito mucho sobre cómo y cuándo sería mejor dedicarle tiempo. No obstante, lo realmente cierto es que no existen respuestas universales para esta cuestión: depende casi siempre de cada individuo, de la pareja y del contexto. La única verdad es que requiere consenso entre las partes, que deben sentirse cómodas y satisfechas en sus mutuas expectativas. Sobre lo que sí existe mucha evidencia es sobre los beneficios físicos y psicológicos que reporta el sexo. Respetando que cada persona es única en sus necesidades y en sus valores, a continuación detallaremos qué puede aportarnos cuando se practica con la frecuencia que consideramos deseable.
Al practicar sexo el cerebro produce endorfinas; unas sustancias que generan excitación, satisfacción y bienestar. También están implicadas en la euforia y en la calma que precede y que sucede al orgasmo, respectivamente. Así pues, quedan imbricadas en la respuesta de recompensa que experimentamos al sentir diferentes formas de placer. Pese a que nos hace sentir bien, no puede decirse que el sexo sirva como tratamiento antidepresivo. Puede proporcionarnos momentos positivos que se sumen a otros para potenciar emociones agradables, pero los trastornos anímicos requieren enfoques terapéuticos mucho más complejos y a menudo multidisciplinares. Por último, debemos tener en cuenta que el sexo facilita la conciliación del sueño, lo que redunda positivamente en el insomnio que con enorme frecuencia acompaña a los problemas de salud mental.
La experiencia subjetiva de estrés desadaptativo (o distrés) surge al sentirnos desbordados por las exigencias del entorno y perturba tanto el estado de ánimo como el deseo sexual. Cuando convivimos largamente con situaciones que nos abruman, la frecuencia con la que deseamos practicar sexo decae, lo que puede traducirse a veces en una menor satisfacción con la pareja. Esto puede deberse a los niveles de cortisol, una hormona necesaria para afrontar las demandas ambientales, pero perjudicial cuando su concentración en el organismo se eleva mucho o durante demasiado tiempo. En este sentido, el sexo puede ayudarnos a reducir el estrés asociado a la sobrecarga cotidiana, aunque paradójicamente también el propio estrés reduzca el deseo. Un dato curioso al respecto es que las parejas más satisfechas tienden a buscar relaciones sexuales en los días posteriores a una jornada estresante. Además, también son las que se benefician en mayor medida de sus efectos positivos.
La práctica regular de actividad sexual potencia nuestras defensas fisiológicas ante virus, bacterias y otros patógenos. Incluso existen estudios que sugieren que mantener relaciones íntimas tres veces al mes puede protegernos del coronavirus. El hallazgo se extiende, por supuesto, a otras patologías infecciosas. Este beneficio sobre el sistema inmune es independiente de la edad y de las prácticas sexuales concretas, por lo que cualquiera puede alcanzarlo en distintos momentos de su vida. En definitiva: la evidencia sugiere que a medida que incrementamos la frecuencia de relaciones sexuales nuestro sistema inmune deviene más competente contra las amenazas.

últimas noticias