Chile enfrenta días de dolor tras el devastador incendio que ha dejado secuelas irreparables. A pesar de los esfuerzos por sofocar los incendios que asolaron la región de Valparaíso, las consecuencias son desgarradoras. Las cifras preliminares revelan la pérdida de 130 vidas, 100 desaparecidos, 15.000 hogares afectados y la destrucción de alrededor de 55.000 hectáreas. Aunque no es el incendio de mayor extensión, ha resultado el más letal en la historia del país.

Expertos señalan que el cambio climático, junto con prácticas insostenibles en el uso de la tierra, están desencadenando megaincendios en América del Sur, y Chile no es la excepción. Las condiciones climáticas extremas, con vientos intensos, altas temperaturas y sequías prolongadas, propician la rápida propagación del fuego. La proliferación de plantaciones forestales no nativas, especialmente eucaliptos y pinos, ha alimentado significativamente la intensidad de los incendios.

La falta de planificación del paisaje ha agravado la situación, permitiendo que las plantaciones forestales abandonadas y la expansión descontrolada de especies no nativas se conviertan en combustible. Además, la ineficacia en la regulación y control del crecimiento de estas plantaciones ha contribuido a agravar los incendios. La necesidad de una mejor planificación territorial y regulación de la prevención de incendios es evidente para evitar catástrofes similares en el futuro.

Por otro lado, la falta de un adecuado sistema de alerta y evacuación ha dejado en evidencia la fragilidad de la respuesta frente a situaciones de emergencia. A pesar de contar con un Sistema de Alerta de Emergencia, su eficacia se vio comprometida durante el incendio, poniendo en peligro la vida de miles de personas. La necesidad de actualizar y fortalecer los sistemas de alerta y prevención se presenta como una medida urgente para salvaguardar la vida de la población en futuros eventos catastróficos.